jueves, 1 de diciembre de 2011

DE TALLERES A INDUSTRIAS

Desde el siglo XVII el ser humano europeo utiliza la razón para todo y comienzan a producirse descubrimientos e inventos ayudados por la gran riqueza económica que acumularon del comercio ejercido con España y América.
Dionisio Papin comienza a utilizar en 1690 la fuerza del vapor de agua para mover mecanismos. Por ejemplo, una pava eleva un chorro de vapor al hervir el agua; si tapamos el agujero de salida, el vapor tendrá cada vez más presión y hará más fuerza y es esa fuerza la que se utilizó. El vapor comenzó a aplicarse a gran cantidad de maquinaria que se utilizaba en la producción de manufacturas ocasionando un gran cambio en la economía del siglo siguiente, el XVIII.
Los científicos fueron mejorando sus estudios sobre la electricidad, la química, la medicina, el estudio de plantas y animales, etc. y dieron origen a la técnica moderna.


La Revolución industrial fue un periodo histórico comprendido entre la segunda mitad del siglo XVIII y principios del XIX, en el que Gran Bretaña en primer lugar,[1] y el resto de Europa continental después, sufren el mayor conjunto de transformaciones socioeconómicas, tecnológicas y culturales de la Historia de la humanidad, desde el Neolítico.
La economía basada en el trabajo manual fue reemplazada por otra dominada por la industria y la manufactura. La Revolución comenzó con la mecanización de las industrias textiles y el desarrollo de los procesos del hierro. La expansión del comercio fue favorecida por la mejora de las rutas de transportes y posteriormente por el nacimiento del ferrocarril. Las innovaciones tecnológicas más importantes fueron la máquina de vapor y la denominada Spinning Jenny, una potente máquina relacionada con la industria textil. Estas nuevas máquinas favorecieron enormes incrementos en la capacidad de producción. La producción y desarrollo de nuevos modelos de maquinaria en las dos primeras décadas del siglo XIX facilitó la manufactura en otras industrias e incrementó también su producción.
Así es que en la Revolución industrial se aumenta la cantidad de productos y se disminuye el tiempo en el que estos se realizan, dando paso a la producción en serie, ya que se simplifican tareas complejas en varias operaciones simples que pueda realizar cualquier obrero sin necesidad de que sea mano de obra cualificada, y de este modo bajar costos en producción y elevar la cantidad de unidades producidas bajo el mismo costo fijo.

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